Enlace Periódico de Aragón 14.11.2016
Ha
llegado la hora de abordar la cuestión rural, que es también saldar una deuda
con nuestros orígenes abandonados. Fuimos un país rural hasta que con el Plan
de Estabilización (1959) el franquismo decidió desquitarse de la autarquía y
desbocar el caballo desarrollista para beneficio de unos (los urbanitas Polos
de Promoción y Desarrollo) y sacrificio de otros (los pueblos que cedieron con
sus jóvenes su futuro). La industrialización galopante se hizo a costa de
vaciar los recursos rurales, humanos sobre todo, llegándose a construir un
imaginario peyorativo -el paleto, el pueblerino- que alcanza hasta hoy. El
régimen del 78 no estuvo a la altura, continuando esas políticas y agrandando la
brecha entre el campo y la ciudad.
Hoy
el Mundo Rural agoniza, la despoblación y el envejecimiento son los síntomas
más acuciantes, en su costado más vulnerable, la España Rural Interior, aunque
esto es extensible en nuestro país a casi todo el medio rural. Las tierras
donde se ubicaba la antigua Celtiberia tienen, de hecho, menos densidad
demográfica que Laponia: 7 habitantes por km2. No es una situación
inexorable, es reversible si actuamos con urgencia: el problema tiene origen
sociopolítico y también política es la solución. Estamos todavía a punto de
cambiar esa inercia, si bien necesitamos toda la voluntad política y todos los
instrumentos para conseguirlo. Disponemos ya de un magnífico marco jurídico
aprobado y no aplicado (la Ley
45/2007, de 13 de diciembre, para el Desarrollo Sostenible del
Medio Rural, complementada con el Real
Decreto 752/2010, de 4 de junio). Allí está el diagnóstico, allí
se apela a atajar estos males desde las comarcas, un marco territorial mucho
más próximo y natural que evita los neocentralismos provinciales y autonómicos;
desde esa proximidad se pueden acometer con éxito las urgentes y necesarias
medidas que la citada ley sugiere y que están siendo completadas desde muchos
foros ciudadanos concienciados del medio rural.
El
mundo rural ha cambiado mucho desde el arquetipo desarrollista de Paco Martínez
Soria. El sector agropecuario sigue teniendo peso económico, pero sus
habitantes desempeñan ocupaciones transversales en varios sectores; es un
ámbito heterogéneo, holístico, rico y todavía con gente joven que apuesta por
buscar aquí un sustento y una calidad de vida que el Estado se resiste a
otorgarles (pagan los mismos impuestos pero no gozan del mismo nivel de
servicios). Allí está la despensa y el pulmón del país, las reservas hídricas y
el ocio vacacional de muchos urbanitas, pero los transportes pasan a velocidad
del AVE y las líneas de Alta Tensión a la de la luz sin dejar un euro
compensatorio, los ambulatorios escasean y las ambulancias llegan tarde, como
los escolares que tienen que hacer kilometradas para cumplir con su derecho a
la educación. Sobre el olvido de nuestras administraciones se superponen los
desaguisados y amenazas del imperio neoliberal europeo y mundial. La Política
Agraria Comunitaria ha propiciado, sobre todo en la España Rural Interior, un
neocaciquismo de grandes propietarios que acaparan tierra en vacíos
poblacionales, por no hablar de las amenazas de los voraces procesos de
globalización que incrementaría un apocalíptico TTIP en este ámbito:
transgénicos, fracking, explotación
de las hidroeléctricas, bancos de tierras para las multinacionales, etc.
La
solución pasa sobre el papel por una confluencia de acciones de gobierno con el
empoderamiento de la ciudadanía rural. Esa acción conjunta y solidaria blindaría
la soberanía del mundo rural frente a intereses espurios, nacionales e
internacionales. Por eso es tan importante la batalla de la soberanía
alimentaria, auténtica barricada frente a las apetencias de las transnacionales
de la alimentación, por eso hay que apostar por la agricultura y ganadería
ecológicas o los productos de proximidad, por eso hay que salvaguardar todos
los ayuntamientos, por pequeños que sean, y fomentar los concejos libres. Sobre
esa base democrática se edificará un nuevo mundo rural más libre y avanzado.
Pero eso es la teoría, porque al día de hoy los partidos políticos del régimen
ya han demostrado su ignorancia, desprecio u olvido (el PSOE aprobó la oportunísima
ley del 2007 para luego meterla en un cajón), Ciudadanos, haciendo honor a su
nombre, apenas se preocupa del medio rural y, cuando lo hace, es para
destrozarlo aún más con propuestas como la supresión de los pequeños
municipios. Todos ellos, con distintos matices, se sitúan en una lógica
neoliberal que ha hundido al campo y a los pueblos y lo seguirá haciendo. IU no
sobrevuela las buenas intenciones, solamente Podemos ha colocado la cuestión
rural en el centro del tablero, reconociendo la situación agónica, rescatando
la citada ley del 2007, asumiendo sus medidas corregidas y aumentadas. Todas
estas iniciativas de rescate rural se plantean a través de activos círculos
rurales -el 14N se reúnen en Molina de Aragón, posiblemente la comarca más
despoblada de Europa, en unas jornadas que cerrarán Errejón y Echenique- y del
Consejo Rural Estatal, compuesto por representantes autonómicos y miembros de
los círculos sectoriales.
Ahora
tenemos la ventaja de que los problemas están sobre el tapete; hay estudios e
iniciativas ciudadanas que han elaborado muchas medidas concretas y
cuantificadas para solventar la problemática rural, incluso se han hecho
estimaciones presupuestarias de cuánto costaría aplicar las medidas de la
citada ley del 2007 y el R.D. que la desarrolla; es bastante menos de lo que
les hemos prestado a los bancos a fondo perdido. Es cuestión de apostar ahora
por los ciudadanos de un mundo rural en los estertores. Si, como auguran las
encuestas, las fuerzas del cambio altersistémico quedan relegadas, la negra
nube del olvido volverá a cubrir nuestros campos y los buitres sin alma de la
globalización afilarán los dientes… Entonces habrá que volver a las trincheras
con el consuelo de que, al menos ahora, los diagnósticos y las soluciones ya
están en el aire.
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