LA RESACA DEL PODER

El Poder, con mayúscula, es espuma... Sus relatos también son espuma. Después de la batida espumosa, en una playa, queda la impronta que genera la resaca, que es la verdad de la espuma, lo que se oculta...

La impronta del poder es su relato oculto. Y eso es lo que aquí nos interesa.

lunes, 20 de marzo de 2017

LA POSVERDAD OS HARÁ CREER SER LIBRES

Enlace Periódico Aragón 16.3.2017



Quid est veritas? Se interrogaba Pilatos ante un Jesús que se proclamaba “testimonio de la verdad”. Y eso nos preguntamos hoy todos, porque la verdad no está de moda, parece ser. La posmodernidad puso en la picota a la Ilustración y llevó a la guillotina a los grandes relatos (que encerraban una verdad de pretensiones universales). Como antes le pasó a la intelligentsia con Dios (a Nietzsche gracias) ahora se pensaban los pensantes que se habían quitado ese pesado fardo de certidumbre y/o fe. Pero la ausencia de la verdad todavía fue más dura que el mutis de la divinidad. La Revolución francesa había quitado la estatua de Nôtre-Dame en la homónima catedral parisina para sustituirla por la de la Razón y, de esta manera, nos quedamos para el futuro sin Virgen ni diosa. Vamos, que nos dejaron en la intemperie, huérfanos de Madres Nutricias. Así pues, no era de extrañar que se sucedieran las invasiones de bárbaros; primero los sansculottes –que eran los “populistas robesperrianos” de entonces-, luego los librepensadores y finalmente arribaron los filósofos posmodernos, que dejaron los prados ideológicos como el caballo de Atila dejó los herbáceos. Esa estampida del último cuarto del siglo XX ha ido deconstruyendo todas las certidumbres, pero ese vacío se ha ido llenando de tópicos, estupideces, superchería y toneladas de banalidad. La academia y las élites intelectuales han arrasado con dioses y mitos, pero un pueblo llano que odia a esos señoritos cerebrales se aferra a las creencias más superfluas e inconsistentes: su equipo de fútbol, la Virgen de su pueblo, los ritos ancestrales, el fandom de lo más variado o los improvisados héroes de la tele o las redes sociales (youtubers, influencers, etc.). ¿Los humanos podemos vivir sin fes ni verdades? se preguntaría hoy Pilatos mientras se volvía a lavar las manos.

Cualquiera le respondería que ya nadie cree en la política ni en los políticos tradicionales, pero no es menos cierto que esa desafección está siendo rentabilizada por los charlatanes de feria que han alcanzado incluso la silla imperial; quizá esto ha acaecido porque los que se proclaman políticos profesionales habían sucumbido a un discurso sin significado ni destinatario claros. ¿La antipolítica significa que estamos ante el grado cero de la ideología? Lyotard proclamó la muerte de esos “relatos pretenciosos” y en ese cementerio dialéctico impera ahora una “no ideología única” que no se presenta con la apariencia de tal. El Mercado es la única certeza porque es como un Gran Hermano multiforme y multicamuflado que inocula la Única Verdad: “tanto cuestas tanto vales”. En su Reino, que sí es de este mundo, los ricos son más ricos y los pobres más pobres, aunque estos eligen a aquellos para que los intenten sacar de la miseria cada vez más globalizada. Vivimos tiempos de paradojas, de lo nunca visto (“ojalá vivas tiempos interesantes”, reza una vieja maldición china); muchos agoreros se atreven incluso a establecer paralelismos con los años más oscuros del periodo de entreguerras: ojo que de los escombros de las creencias brotaron los autoritarismos. Hoy día todo está en cuestión, ya nadie cree en la filosofía, pocos creen en la ciencia, menos en las ideologías… Estamos en un gran poblado globalizado del Far West en el que los maestros, los sabios, los sacerdotes y los políticos son apaleados y se jalea a los vendedores de crecepelo. La verdad se ha extraviado. No la encontraréis en la prensa, que se ha desvelado como otra plataforma para contar historias más o menos manipuladas (como Netflix o Movistar), buscadla en las redes sociales, porque allí al menos recalan las verdades de siete cabezas que agitan las masas (el quinto poder). La verdad ya no hace a nadie libre porque se ha enlatado y se vende en los supermercados. La verdad es acuchillada cada idus de marzo por los nuevos sofistas y nominalistas de la neolengua dominante. Si alguien intenta revivirla se encuentra con la policía o con los “hechos alternativos” (la última arma de destrucción semántica patentada por la Maquiavela del Emperador). Nada es lo que parece y nada parece lo que es. En esta ceremonia de la confusión hacen su agosto los trileros. Porque al poder, con mayúscula, le siguen interesando los malabares, porque al Poder le beneficia la confusión para que nadie decodifique su algoritmo, que es más simple de lo que quieren hacernos creer.


La Verdad y el Poder nunca fueron compañeros posibles, que se lo pregunten a Pilatos, o a Botín, o a Felipe González o a César Alierta. Pero eso poco importa en la “era de la posverdad” donde los hechos irrefutables, contrastables, demostrables se han convertido en simples “hechos alternativos” que se pueden moldear a gusto, como la plastilina, como el chicle sabor a banana en la boca del emperador de América. Un emperador tan ignorante como el pueblo embrutecido por el Mercado que gobierna a golpe de una verdad –la suya- que cabe en ciento cuarenta caracteres repartidos Urbi (léase Whasington, Roma ya es solo un parque temático) et Orbe. Así pues, si Pilatos estuviera al lado del nuevo emperador no le susurraría al oído, como en la vieja Roma, aquello de “Recuerda que eres mortal”, sino esto otro –más acorde con el personaje Trump-: “Recuerda, la posverdad les hará creer que son libres”. Y en esas estamos.






viernes, 9 de septiembre de 2016

¡ERA EL IMAGINARIO, AMIGOS!

                                             Enlace artículo Periódico de Aragón 28.7.2016


Tras los comicios del 26-J amanece un panorama gravísimo desde el punto de vista de la salud democrática. Un partido acreditado –judicialmente incluso- como una mafia sustentante de corrupción sistémica, avalista de recortes y de menguas en derechos y libertades, el partido del déficit disparado y del saqueo de la bolsa de las pensiones.... Todo ello ha sido avalado por una minoría mayoritaria creciente (más en los lugares donde la corrupción ha sido más intensa). Es triste e indecente a la vez, pero no podemos caer en la interminable queja o en razonamientos simplones.

Hay varias razones, además de las más evidentes que ya han sido resaltadas por políticos y medios de comunicación, que pueden explicar este ¿sorprendente? resultado. La primera la anticipaba en mi último artículo con significativo título, “Es el imaginario, estúpido”. En el pulso de imaginarios, ha ganado el propiciado por el neoliberalismo: el voluntarismo de mantenerse en la clase media en medio de la tormenta. Más que voluntarismo es un espantajo, pues los estudios sociológicos ya demuestran hasta qué punto esa medianía social es cada vez más menguante por efectos de una crisis provocada por los mismos que dicen gobernar para esa mitificada clase en tanto benefician a los oligarcas. Pero la gente a la hora de votar no hace análisis científicos, se guía más bien por percepciones o corazonadas, si bien muy inducidas por los medios de persuasión, no seamos ingenuos. Pues bien, en el citado pulso han estado más finos los de la derecha: por algo presumen de conocer mejor a una naturaleza humana regida por el miedo y el deseo en continua interacción. Han contado, además, con mejores asesores electorales, con profesionales de primera línea bregados en las campañas de Obama o Cameron. Ante el poderío consultor de la Agencia Messina palidecen los gabinetes de aficionados universitarios, por mucho que sean guiados por un coco como Errejón. No es lo mismo teorizar en las aulas y en los papers académicos que bajar a la rugosa arena de la praxis mercadotécnica (Doctores tiene la Iglesia…). El caso del PSOE es distinto, porque no hay gabinete de expertos que pueda bregar con unas contradicciones internas que los condenan a un descenso continuado de apoyos. Mientras tanto desde Génova los expertos yanquis llamados por Moragas han ido conquistando perfiles de Facebook, cuentas de Twitter para demostrar al ritmo de reguetón que el PP mola, que ya ha pagado por la corrupción en la anterior cita electoral y que ahora toca a rebato para defender los adosados y los Audi 4 que los bolivarianos nos quieren quitar…

Unidos Podemos se ha estrellado con la entelequia de que el cambio estaba ya aquí. Ciertamente el terremoto podemita había producido una falla por la que se querían colar los vientos del cambio hasta cuartear del todo un régimen del 78 que ya iba presentando no pocas grietas. Pero la intensidad del sismo morado ha ido demasiado lejos en la escala de confortabilidad de la gente, a la que no le gusta que le muevan el suelo. Muchos ciudadanos de orden han salido a defender propiedades y seguridades económicas, a la vez que el inmodélico régimen de la Transición y el amarre a la Europa mercantil, mucho más tras el inesperado Brexit. Este perfil de elector cuando huele tormenta apuesta por una marca segura, aunque tenga más mierda que el palo de un gaviotero. Así pues mientras la gente de ley y orden salía de sus guaridas para apoyar el vergonzante vuelo de la gaviota pringosa, el electorado de izquierda se cruzaba de brazos. La izquierda siempre ha sido más exigente e idealista a la hora de depositar el voto, aunque posiblemente sus electores no siempre sean tan rigurosos y científicos como algunos los pintan. Son, en cualquier caso, mucho más sensibles a la ética y suelen ir más allá del pragmatismo claudicante de la derecha… Entre este colectivo unos no han votado porque sus cabezas de lista se habían presentado como socialdemócratas, otros porque había comunistas entre los candidatos, otros porque me cae mal Pablo Iglesias o porque no supieron negociar… y así hasta 1.100.000 sufragios que han puesto la alfombra roja a Rajoy.

No obstante, tras la euforia genovesa (con tanto soy español, español… de los “patriotas peperos” se corre el riesgo de hacer la ecuación español=corrupto) llega el día después de los números precarios y de la soledad del corredor soberbio que despreció a todos en anteriores maratones. La papeleta final la vuelve a tener un PSOE que se negó a un gobierno de progreso vetado por su ejecutiva pero, según ellos, malogrado por un quítame allá unos sillones de cal viva… ¡Ah el PSOE!, que se debate entre el socialiberalismo avalado por el Ibex 35 y las señas de identidad perdidas de la socialdemocracia, entre el federalismo y el soy español andaluz español. ¿Qué saldrá de ese cacao ideológico y de sus fratricidas guerras de egos “varoniles”? Posiblemente una coartada para salvar el régimen del 78, ese estiércol tan nutritivo para sus rosas.

En las pasadas elecciones ha habido mucha infra y sobrevaloración. Infravaloraron algunos el sentido pragmático de un pueblo que durante cuarenta años vivió con la indecencia de mirar hacia otro lado bajo una dictadura miserable y sanguinaria; infravaloraron la permeabilidad que siguen teniendo los imaginarios neoliberales alentados desde unos medios de persuasión que ya se sabe de qué bando están. Sobrevaloraron el concepto de pueblo activado y su compromiso con las urnas. España no es tan idílica como se apelaba en los mítines de UP ni tan miserable como pretende el cuñadismo de izquierdas. Hay más de un 21 % de ciudadanos y 71 escaños que apuestan por una alternativa ilusionante desde la izquierda transformadora, algo insólito en una Europa que responde ante la crisis con populismos fascistas. El reto está ahí y España es la punta de lanza para que se muevan las necrosadas placas tectónicas del Viejo Continente, pero los procesos ideológicos, como los telúricos, requieren de tiempo y paciencia. Entre tanto, gracias al travestismo indefinido del PSOE, una gaviota tocada del ala volverá a enseñorearse de nuestros cielos, y ya se sabe cómo actúan las aves carroñeras…


lunes, 20 de junio de 2016

¡ES EL IMAGINARIO, ESTÚPIDO!

                                                    Enlace


Jeremy Rifkin proclama que estamos en la “era del acceso”. ¿Qué significa eso? Pues que cuando nos venden una moto lo importante no es la cilindrada, la maniobrabilidad, su seguridad o sistema de frenado, lo verdaderamente relevante es la sensación de libertad, el poderío, la conquista del espacio que se transmite en los spots de la marca. Eso mismo ocurre a la hora de “vendernos la moto” de una marca política. Y aquí entra en juego el imaginario. Decía Nietzsche que los conceptos son metáforas impuestas por el uso y el dominio, aceptadas como verdad y realidad de las cosas mismas, cuyo origen ficcional se ha olvidado y reprimido. La mayoría de los antropólogos contemporáneos defiende que la cultura consiste exclusivamente en entidades ideacionales o mentales compartidas y transmitidas socialmente. Los expertos en comunicación política lo saben y juegan con nosotros en este campo ideacional que en adelante llamaremos imaginario.

Desde finales de la década de 1970 el imaginario neoliberal se ha venido imponiendo, desplazando a los imaginarios de la izquierda vinculados al estado de bienestar; Margaret Thatcher, Reagan, Juan Pablo II, la escuela de Chicago o Milton Friedman hicieron mucho por ello. La Dama de hierro, hija de un tendero, quiso demostrar que cualquiera podía ascender en la escala de un abierto ecosistema social regido por la libertad de mercado; este era para los neoliberales el talismán que lo solucionaba todo y fue calando en la gente pregonado por poderosos grupos de comunicación comprometidos con esos “marcos mentales”. Con la caída del muro de Berlín en 1989, los mandarines de un capitalismo cada vez más globalizado decidieron que ya estaba bien de ceder terreno –ganancias y derechos- a la clase trabajadora –incluso el concepto cayó en desuso- ya desvertebrada porque, además, ya no había un coco rojo al otro lado del demolido telón de acero. Pero esto no se debía imponer a la fuerza (eso se dejaba para Chile, Nicaragua o Panamá), sino convenciendo, seduciendo… y ahí entra en juego una vez más el imaginario.

Thatcher lo entendió muy bien: había que convencer a todos los ciudadanos de que eran o podían ser clase media, pequeños propietarios dueños de su destino. La liberalización del mercado promovía grandes beneficios a bancos y empresas al tiempo que propiciaba una legión de propietarios hipotecados hasta las cejas, ligados por tanto al sistema. En España, por el retraso histórico que deparó el franquismo, consumimos en la prolongada égida de Felipe González (1982-1996) el proceso de welfare state –en Europa había durado tres décadas con resultados más contundentes- y el encauzamiento neoliberal que propiciaron sobre todo los últimos gobiernos socialistas (¿recuerdan la cultura del pelotazo?). Así pues González fue a la vez Wilson, Willy Brand o Palme –iconos de la socialdemocracia- y Margaret Thatcher; en esta contradicción filipina o felipista se consume un PSOE más desorientado que nunca, como la socialdemocracia europea en general, aunque sus cuadros dirigentes han optado por alinearse/alienarse con el orden neoliberal (miren cómo votan en el parlamento europeo, su dependencia de los poderes económicos o su posicionamiento ante el TTIP).

Así pues, Felipe fue el mago que alejó al partido del marxismo e hizo posible que los asalariados dejaran de sentirse clase trabajadora y engrosar la clase media. El hijo del obrero extremeño que se asentó en Alcorcón en los sesenta es ahora encargado de una sucursal reprográfica de esa ciudad (gana 1.500 euros al mes), donde se ha hipotecado con un adosado -parcelita de jardín incluida- y ahora vota al PP junto a tantos otros asalariados que no quieren sentirse andrajosos proletarios. Ese milagro se debe a Aznar, quien profundizó en la senda free market de Felipe hasta hacernos pensar que todos podíamos ser ricos. El tiempo ha demostrado que esa lotería solo tocaba a quienes ahora desfilan por esos juzgados que ahora revelan cómo detrás de esa cantinela de exaltación de la clase media había una estrategia de corrupción sistémica para provecho de las oligarquías y de los sinvergüenzas. Sin embargo, mucha gente sigue entonando esa canción liberal…, el imaginario parece más fuerte que la podredumbre. A ello contribuyen en buena medida unos medios de comunicación (de manipulación dice Vincenç Navarro) capitalizados por bancos y grandes empresas que ya se pueden imaginar qué mensajes están dispuestos a difundir…

Así pues hasta el próximo 26J se librará un implacable combate de imaginarios. El PP se ubica claramente en el neoliberal, aunque con guiños al conservadurismo tardofranquista nacionalcatólico para mantener a la extrema derecha; en el bando opuesto la coalición Unidos Podemos, que postula una alternativa al ordoliberalismo apelando al rescate ciudadano, pretendiendo recuperar el espacio de la socialdemocracia tradicional, su estado de bienestar y las libertadas mermadas por la contrarreforma de Rajoy. En medio queda el PSOE, que sufre las contradicciones de otros partidos socialdemócratas escorados hacia el socialiberalismo; como la gente ya percibe a Unidos Podemos en la izquierda, mucho más tras la coalición con IU, Pedro Sánchez apela al centro –la derrotada tesis errejoniana en Podemos le ha dejado expedito este sector-; aunque ante determinadas audiencias agite su color rojo cada vez más desvaído, el PSOE reclama claramente a las clases medias, mejor dicho a su imaginario si tenemos en cuenta que ese sector social está muy en retroceso tras la crisis. También a ella recurre Ciudadanos, como queda reflejado en su simplista vídeo de campaña, desarrollado en un bar poblado de esforzados españoles –trabajadores y pequeños empresarios- que sostienen al país, creen a los políticos humildes (Rivera) y desprecian a aquellos vagos/borrachines con coleta; esa gente esforzada es para el imaginario de C’s quien hizo posible el milagro de la Transición y quien propiciará ese “cambio tranquilo” que predica el nuevo Adolfo Suárez 3.0. alentado por ese mismo Ibex 35 que dejó tirado al final al primer presidente democrático.

El fuego cruzado de mensajes, descalificaciones, pantomimas, debates, sermones… se impondrá en el paisaje mediático español hasta el 26J, también se hablará de medidas programáticas estrella, de telegenia, de Venezuela y de casi todo para no revelar nada; pero recuerden que, parafraseando al célebre jefe de la campaña de Clinton (“es la economía, estúpido”), en realidad se interpela al imaginario. La clave para votar con inteligencia está en acompasar la realidad social del votante con los marcos mentales que de verdad la defienden. Y entonces se preguntarán ¿cómo puede ganar el PP en un país de mayoría de asalariados o pequeños autónomos?, pues por eso, el imaginario…   

    





lunes, 16 de mayo de 2016

EL IMPERIO CONTRAATACA

Miré los muros de la patria mía,/ si un tiempo fuertes ya desmoronados/ de la carrera de la edad cansados/ por quien caduca ya su valentía. Qué oportuno resulta hoy este desengañado cuarteto de Quevedo. España se desmorona, pero a mí, a diferencia del patriótico poeta, lejos de deprimirme, me genera expectativas, incluso una cierta fruición romántica ante las ruinas invadidas por la hiedra. Quevedo, desde su altozano de la clase dominante, veía autodemolerse el fantasmagórico edificio del Imperio Español, y ahora asistimos al desplome del no menos espectral y mendaz régimen de la Transición. Los próceres forjadores de aquella Edad Dorada de las Hespérides van sucumbiendo, ahogándose en sus miserias. ¿Qué fue del gran artífice del milagro económico español, ahora desenmascarado como evasor, ladrón de guante blanco, pésimo gestor económico en Bankia y el FMI y caradura de buena familia?; qué se hizo de su valedor Aznar, el Cid Campeador que reconquistara una “derecha civilizada” que en realidad es una organización cuasi mafiosa para trincar más o menos legalmente? ¿Dónde acabó la estrella rompedora de Isidoro-esperanzador candidato Felipe-pragmático presidente sino en la puerta giratoria de turno hoy transmutado en bussinessman de alcance global? Si hasta hay ministros transitivos imputados como criminales franquistas (Martín Villa)…

Inclusive nuestros mitos artísticos se desboronan. Vargas Llosa, el Premio Nóbel de porcelanosa, luminaria de la intelligentsia neoliberal, resultó un evasor, como el simpático señorito cantante de la estirpe de Obsborne. Ambos, al menos, han sido consecuentes con su credo free market; pero qué me dicen de Almodóvar, faro de la movida y la transgresión posmoderna -tan útil para desactivar la contestación que se heredó del antifranquismo, por cierto-, ese caballero manchego de la alegre figura que pretendía desfazer los entuertos de la derecha (la guerra, la injusticia, la mordaza), resulta que es otro evasor forrado hasta la Z(P)eja. Si hasta Alcántara, el portaestandarte televisivo del español medio hecho a sí mismo, es otro antihéroe de Panamá. Ya solo falta que a la presentadora Ana Blanco, lo único permanente en la democracia transitiva, le encuentren alguna cuenta offshore…

La monarquía restaurada también tiene vías de agua putrefacta. La hermana y la amante (¡ay perdón!) del rey emérito han sido pilladas con las manos en la masa panameña (Juan Carlos no sabía nada, rasgo de familia), pero también algunos compis de estos nuevos monarcas, tan cristalinos como superpreparados, han metido la mano en las célebres tarjetillas black ante el asombro de la merde plebeya. Por no hablar del cabeza de turco Urdangarín y su descoronada y amnésica esposa a quienes pretendían juzgar unos justicieros de Manos limpias para imponer, decían, la decencia -¿es posible la más mínima decencia desde la derecha extrema?-; y ahora resulta que tienen las palmas más sucias que las de Mario Conde, ese otro modelo de español al que todos aspiraban en las glorias del pelotazo sin saber que él era ante todo otro patriota suizo. 

Todo se desmorona en esta feria de las vanidades, o más bien de los espejismos del inmaculado régimen del 78. Menos mal que nos quedan algunos jueces decentes y ciertos medios no cooptados… El resto, los medios dominantes, se rasgan las vestiduras ante tanta evasión dineraria emergida a la vez que los grupos mediáticos y bancos que los sustentan refrendan ese orden neoliberal propiciador de los paraísos fiscales –por algo el gobierno PP descatalogó a Panamá de tal condición- y de una avaricia que perpetua la desigualdad creciente. En esto les apoya la Comisión Europea, aunque Junker, que convirtió a Luxemburgo en Gran Ducado offshore, se autoproclame de cara a la galería paladín de causa antievasora. Esto es tan creíble como asociar a Europa con la tierra de la solidaridad y de los derechos humanos? También los muros de la patria europea –léase club de intereses económicos- se descalabran entre naufragio y naufragio de refugiados en huida desesperada. 

Pero, no nos engañemos, la culpa de todo la tiene Pablo Iglesias o Errejón, vamos los de Podemos, que nos van a llevar a nuevas elecciones por empecinarse en mantener una misma posición: la del gobierno de progreso ahora avalado por sus bases. El PP no se mueve mientras la mierda le llega a las orejas, Cs se ha llevado al PSOE a su vera (la del IBEX 35) y el PSOE cumple con su papel gatopardiano: jugar a la izquierda posible mientras se alía con la nueva derecha no menos gatopardiana. Pero los villanos son los morados, los antisistema, los bolivarianos…. Y los medios de persuasión e intoxicación –casi todos- se empeñan desde sus potentes altavoces en crear esos marcos mentales en una ciudadanía agotada de tanto baile de máscaras. Ellos ya han fijado los roles: los negociadores, los buenos (Schz y Rivera), los malos (los del coletas), los expectantes (Rajoy) y los “tontos” útiles (Garzón, ese yerno ideal que mermará sufragios podemitas que irán a la basura por obra y gracia de la ley electoral). Y en esas estamos mientras se desmoronan los muros de la patria transitiva, telones espectrales que fueron levantados por estos vampiros patriotas a los que ahora, tras el desplome, se les ven las vergüenzas.              

                                                enlace Periódico de Aragon


lunes, 25 de abril de 2016

EL DESMORONAMIENTO

Miré los muros de la patria mía,/ si un tiempo fuertes ya desmoronados/ de la carrera de la edad cansados/ por quien caduca ya su valentía. Qué oportuno resulta hoy este desengañado cuarteto de Quevedo. España se desmorona, pero a mí, a diferencia del patriótico poeta, lejos de deprimirme, me genera expectativas, incluso una cierta fruición romántica ante las ruinas invadidas por la hiedra. Quevedo, desde su altozano de la clase dominante, veía autodemolerse el fantasmagórico edificio del Imperio Español, y ahora asistimos al desplome del no menos espectral y mendaz régimen de la Transición. Los próceres forjadores de aquella Edad Dorada de las Hespérides van sucumbiendo, ahogándose en sus miserias. ¿Qué fue del gran artífice del milagro económico español, ahora desenmascarado como evasor, ladrón de guante blanco, pésimo gestor económico en Bankia y el FMI y caradura de buena familia?; qué se hizo de su valedor Aznar, el Cid Campeador que reconquistara una “derecha civilizada” que en realidad es una organización cuasi mafiosa para trincar más o menos legalmente? ¿Dónde acabó la estrella rompedora de Isidoro-esperanzador candidato Felipe-pragmático presidente sino en la puerta giratoria de turno hoy transmutado en bussinessman de alcance global? Si hasta hay ministros transitivos imputados como criminales franquistas (Martín Villa)…

Inclusive nuestros mitos artísticos se desboronan. Vargas Llosa, el Premio Nóbel de porcelanosa, luminaria de la intelligentsia neoliberal, resultó un evasor, como el simpático señorito cantante de la estirpe de Obsborne. Ambos, al menos, han sido consecuentes con su credo free market; pero qué me dicen de Almodóvar, faro de la movida y la transgresión posmoderna -tan útil para desactivar la contestación que se heredó del antifranquismo, por cierto-, ese caballero manchego de la alegre figura que pretendía desfazer los entuertos de la derecha (la guerra, la injusticia, la mordaza), resulta que es otro evasor forrado hasta la Z(P)eja. Si hasta Alcántara, el portaestandarte televisivo del español medio hecho a sí mismo, es otro antihéroe de Panamá. Ya solo falta que a la presentadora Ana Blanco, lo único permanente en la democracia transitiva, le encuentren alguna cuenta offshore…

La monarquía restaurada también tiene vías de agua putrefacta. La hermana y la amante (¡ay perdón!) del rey emérito han sido pilladas con las manos en la masa panameña (Juan Carlos no sabía nada, rasgo de familia), pero también algunos compis de estos nuevos monarcas, tan cristalinos como superpreparados, han metido la mano en las célebres tarjetillas black ante el asombro de la merde plebeya. Por no hablar del cabeza de turco Urdangarín y su descoronada y amnésica esposa a quienes pretendían juzgar unos justicieros de Manos limpias para imponer, decían, la decencia -¿es posible la más mínima decencia desde la derecha extrema?-; y ahora resulta que tienen las palmas más sucias que las de Mario Conde, ese otro modelo de español al que todos aspiraban en las glorias del pelotazo sin saber que él era ante todo otro patriota suizo. 

Todo se desmorona en esta feria de las vanidades, o más bien de los espejismos del inmaculado régimen del 78. Menos mal que nos quedan algunos jueces decentes y ciertos medios no cooptados… El resto, los medios dominantes, se rasgan las vestiduras ante tanta evasión dineraria emergida a la vez que los grupos mediáticos y bancos que los sustentan refrendan ese orden neoliberal propiciador de los paraísos fiscales –por algo el gobierno PP descatalogó a Panamá de tal condición- y de una avaricia que perpetua la desigualdad creciente. En esto les apoya la Comisión Europea, aunque Junker, que convirtió a Luxemburgo en Gran Ducado offshore, se autoproclame de cara a la galería paladín de causa antievasora. Esto es tan creíble como asociar a Europa con la tierra de la solidaridad y de los derechos humanos? También los muros de la patria europea –léase club de intereses económicos- se descalabran entre naufragio y naufragio de refugiados en huida desesperada. 

Pero, no nos engañemos, la culpa de todo la tiene Pablo Iglesias o Errejón, vamos los de Podemos, que nos van a llevar a nuevas elecciones por empecinarse en mantener una misma posición: la del gobierno de progreso ahora avalado por sus bases. El PP no se mueve mientras la mierda le llega a las orejas, Cs se ha llevado al PSOE a su vera (la del IBEX 35) y el PSOE cumple con su papel gatopardiano: jugar a la izquierda posible mientras se alía con la nueva derecha no menos gatopardiana. Pero los villanos son los morados, los antisistema, los bolivarianos…. Y los medios de persuasión e intoxicación –casi todos- se empeñan desde sus potentes altavoces en crear esos marcos mentales en una ciudadanía agotada de tanto baile de máscaras. Ellos ya han fijado los roles: los negociadores, los buenos (Schz y Rivera), los malos (los del coletas), los expectantes (Rajoy) y los “tontos” útiles (Garzón, ese yerno ideal que mermará sufragios podemitas que irán a la basura por obra y gracia de la ley electoral). Y en esas estamos mientras se desmoronan los muros de la patria transitiva, telones espectrales que fueron levantados por estos vampiros patriotas a los que ahora, tras el desplome, se les ven las vergüenzas.              

                                                enlace Periódico de Aragon


martes, 8 de marzo de 2016

PSOE, OPORTUNO PALIATIVO DEL ORDEN NEOLIBERAL


¿Se acuerdan de la fábula de la rana y el escorpión? Pues la verdadera condición de la socialdemocracia tiene que ver con su origen. Vayamos a finales de 1917, cuando los frentes de la Gran Guerra estaban estancados y la revolución bolchevique había triunfado en Rusia; eso había propiciado en el ámbito socialista un debate entre quienes querían movilizar internacionalmente a los combatientes para que no participasen en ese conflicto imperialista y los que priorizaban los motivos patrióticos con el ojo puesto en el “peligro comunista”. En Alemania esa dialéctica había tenido como consecuencia la escisión dentro del Partido Socialdemócrata (SPD) que abrió paso a lo que luego sería la Liga Espartaquista, comunistas liderados por Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. Ambos fueron asesinados durante la insurrección espartaquista de 1919 por los freikorps (paramilitares reclutados entre los excombatientes) con la connivencia del SPD. Los socialdemócratas habían hecho su primera gran aportación al orden capitalista burgués deteniendo a los revolucionarios comunistas y antipatriotas. Esa vocación de paliativo del capitalismo ha definido esta ideología que se ha ido adaptando a las derivas de este orden económico con más o menos fortuna. Sus mayores logros tuvieron lugar sin duda durante el largo periodo de posguerra, donde el laborismo británico de Wilson o las posteriores fórmulas escandinavas fraguaron ese estado de bienestar que se extendió exitosamente por la Europa democrática garantizando unas cotas de desarrollo para la clase trabajadora que nunca se habían conocido; bien es cierto que el miedo al coco soviético propiciaba estas concesiones graciables de los poderosos.

Pero la caída del telón de acero en 1989 refrendó las tesis neoliberales que venían siendo cocinadas por los Chicago boys y hábilmente servidas por Margaret Tacher y Ronald Reagan en el axis mundi del “Occidente libre”. El capitalismo se dejó de concesiones y paliativos para destapar su ADN de avaricia: cuanto más beneficio, mejor, no debe haber límites para el libre mercado. Además (según Tatcher) cualquiera podía convertirse en un empresario; la fiebre del enriquecimiento invadió Occidente y se coló luego por la empobrecida Europa excomunista, aunque para ello hubiera que confiar plenamente en los aprendices de brujo financieros que aconsejaban desregulación, merma de derechos sociales, libérrimo mercado y cornucopia para todos; además, con la derrota de la URSS la Historia había terminado (Fukuyama) y los conflictos de clase también. Los relatos neoliberales se impusieron en el mercado de las ideas quedando la vieja socialdemocracia arrinconada y obsoleta; pero aquí también surgieron nuevos profetas que remozaron las añejas siglas laboristas y socialistas con atuendos neoliberales; así nació el socialiberalismo de la Tercera vía de Tony Blair, también presentado como liberalismo progresista o economía social de mercado… La receta ideal para poner cataplasmas paliativas a los excesos del tardocapitalismo globalizado y lavar la conciencia.

Felipe González desde 1982 tuvo que implementar a marchas forzadas un estado de bienestar casi inexistente en la España posfranquista,  pero enseguida se sumó al socialiberalismo con ministros como Boyer o Solchaga (la era del “pelotazo”). Al mismo tiempo asumía los cauces pactados del régimen del 78 y el desmantelamiento del tejido productivo español impuesto desde Bruselas. Willy Brandt y el SPD confirmaron que ese joven andaluz por el que habían apostado estaba haciendo bien su trabajo de domesticar España; Estados Unidos también se lo agradecería. El tránsito de Isidoro al hombre de negocios defensor de la Gran Coalición muestra a las claras el recorrido del PSOE de Suresnes al socialiberalismo presidido por la telegenia y el tactismo de un Sánchez tutelado por baronías aún más conservadoras.

No sé cómo puede sorprender a muchos el pacto de investidura del PSOE con C’s… Es otra muestra más de esa acreditada condición de “progresismo digerible para salvar los muebles del capitalismo”, solo que ahora adquiere una dimensión inquietante, en la medida que el capitalismo financiero globalizado está mostrando su faceta más voraz e insolidaria, beneficiando a las oligarquías a costa de una clase trabadora condenada al precariado.  Rivera y los suyos han cooptado al PSOE hacia su condición gatopardiana (apariencia de cambio para que todo siga igual), hacia esa “segunda transición” regida desde el “centro político” que se firmó por sus jóvenes líderes ante El abrazo de Genovés, símbolo icónico de ese periodo tan añorado. Entre tanto, con la activa participación de los medios de persuasión dominantes, se está intentando colar el relato de un pacto “reformista y progresista” al que se oponen los radicales podemitas -menos mal que Compromís y UP no han caído en la trampa- y los corruptos peperos. Así pues, lo que en el debate a cuatro era para Pdr Shcz la otra derecha ahora es el centro progresista y reformista, que es a lo que siempre quiso aspirar el PSOE. Una vez más, como hiciera en la primera Transición, ahora con ayuda de los naranjas, ese viejo partido ha acudido a salvar el régimen en un momento en que en Europa y América brotan nuevas izquierdas altersistémicas que, curiosamente, reivindican ese espacio socialdemócrata que el PSOE ha dejado huérfano a favor del socialiberalismo.


Otra vez más el PSOE se mueve cómodamente entre falsos relatos, abonado al timo de las apariencias: se presentan como moderados, centristas, de izquierdas y reformistas. O sea, la cuadratura del círculo. Todo con vistas a poner en el abismo a PP y Podemos y presentarse como los garantes de la España viable y dialogante. ¿Aceptarán sus bases, advocadas por Iglesias como fuerza de cambio, el último trágala del puño y la rosa? ¿Tan ingenuos son para tragarse esto elección tras elección? Para ello cuentan con todo el apoyo del establishment financiero y mediático. Más allá de las cortinas de humo semánticas -izquierda, progresismo, reformismo- se desvela una vez más el intento de los  de arriba por mantener noqueados y dominados a los de abajo: la Segunda Transición.


domingo, 7 de febrero de 2016

MARCOS MENTALES QUE ESTÁN CAMBIANDO EN ESPAÑA


Enlace Periódico de Aragón 6.2.2016


Vivimos en una sociedad dominada por un ecosistema mediático ruidoso, acuciado por la inmediatez y la actualidad más rabiosa. Pero los cambios profundos siguen produciéndose por debajo del ruido y los escaparates mediáticos. En diciembre de 2012, con motivo del primer aniversario del gobierno de Rajoy, mi predecesor Jaime Miñana alertaba en estas mismas páginas que, por debajo del triunfalismo absolutista del PP, se estaban produciendo destacables desplazamientos telúricos en las placas axiológicas sobre las que se asienta la sociedad española. El artículo “Las bacterias del cambio” aludía a esa invisible actividad transformadora de esos microorganismos que guardan paralelismo con los lentos procesos que se dan en el mundo de las ideas y de los valores. Algo así acaeció desde la irrupción del 15-M en nuestro país. Reproduzco un párrafo del citado artículo que ahora se me antoja profético: “el régimen de la Transición, mayoritariamente respaldado durante décadas, ha empezado ya a cuartearse en el imaginario de los ciudadanos más concienciados. Y ese proceso es ya imparable por mucho que la clase senatorial se “bunkerice” para defender sus privilegios y los de sus interesados cómplices. Las demandas de una democracia real están avanzando más allá de las tiendas del 15M donde nacieron y su eclosión es cuestión de tiempo. La derecha parece gobernar para un país de los tiempos de Paco Martínez Soria”. Desde entonces esa alternativa imaginaria se ha concretado en 6,5 millones de votos que suma la izquierda altersistémica, casi tantos como el partido más votado; si a ello añadimos los sufragios del PSOE el teórico bloque progresista domina el arco parlamentario español.
¿Qué ha pasado en nuestro panorama sociológico para que se produzca este vuelco? Para entenderlo en profundidad no podemos quedarnos en los indicios inmediatos de las encuestas, esa miopía es lo que ha deparado a la derecha (incluyo a C’s) su debacle electoral. Si Arriola, máximo augur sociológico del PP, saludó a Podemos como un fenómeno friki… ¿Cómo iba a intuir el terremoto que lentamente se estaba produciendo bajo su triunfalismo de pies de barro? No se percataron de los cambios relevantes que se estaban operando en los marcos mentales de la opinión pública más consciente y avanzada, muchas veces a la contra de los terminales mediáticos dominantes. Esas mutaciones tienen dimensión global y fueron azuzadas por la megacrisis del 2008; tras los primeros compases de desconcierto (Sarkozy llegó a proclamar que había que regular el capitalismo), los mercados financieros tomaron el mando poniéndose la Reserva Federal y la troika a su servicio con los gobiernos occidentales detrás. Los tremendos recortes, el injusto rescate de los bancos y el aumento de las desigualdades no les saldrían gratis a los poderosos. La percepción del libre mercado como un teatro de operaciones positivo empezó a quebrarse en el imaginario de los ciudadanos; sus conceptos supuestamente optimistas –reparto de riqueza, iniciativa privada, emprendimiento…- cada vez se cuestionaban más a favor de una interpretación inquietante del capitalismo financiero actual: extractivo, egoísta y oligárquico que trasvasa fondos, con la connivencia de los estados, de las rentas del trabajo a las rentas del capital.
Este discurso crítico fue cobrando forma a través de brillantes teóricos como Owen Jones y múltiples colectivos –la inteligencia en red del siglo XXI- que fueron viralizándolo en Internet. Mientras el virus avanzaba a través de las redes sociales expansivas los gobiernos seguían aferrados al austeritarismo, especialmente sangrante en Europa meridional. Por eso el estallido se produjo aquí, en Italia y particularmente en España, donde el movimiento indignado cristalizó con éxito en la Puerta del Sol llegando a exportarse al corazón del imperio (Occupy Wall Street). Rajoy y los suyos no le dieron importancia (“que se presenten a las elecciones”), pero la quiebra ya se había producido y se demandaba democracia real (la actual no lo era). El divorcio entre los ciudadanos de marco mental avanzado y la casta política ya se había producido (“no nos representan”), la quiebra del régimen del 78 también (la corrupción desbordándose y la sublevación catalana vendrían a certificarlo). Pero la derecha gobernante seguía aferrada a un marco mental periclitado amparada en su absolutísima mayoría. Lejos de percatarse de la falla del régimen, llegaron a forzar toda su herrumbrosa maquinaria con unas contrarreformas que buscaban blindar sus miserias e imponer su trasnochadas ideas sobre España, la seguridad, el aborto, la enseñanza, la justicia. El absolutismo pepero era, en el fondo, el canto de cisne del sistema político nacido en 1978.

Las recientes elecciones generales han puesto de manifiesto esa lenta mutación de los marcos mentales. Las grandes ciudades y las zonas más dinámicas del país empiezan a apostar por partidos del cambio, Podemos especialmente, mientras el PP se mantiene en la franja poblacional más añeja y, junto con el PSOE, en las zonas rurales y menos desarrolladas. Alea jacta est!, el futuro está con los emergentes más osados. Muy especialmente porque el cuento del capitalismo bueno y dinamizador está en decadencia (eso explica el fracaso de C’s) y ganan enteros, al menos en España, los relatos de solidaridad, equidad, bien común, respeto a la singularidad de los pueblos, ecologismo, animalismo, transparencia, medias anticorrupción… Es verdad que más de siete millones de ciudadanos han refrendado el relato de un partido imputado por su corrupción sistémica, pero su cuento es endeble y ya cotiza a la baja. La derecha española siempre se queda atrás; miren al retrovisor de la Historia: se opusieron al divorcio, al aborto, a las autonomías, al matrimonio homosexual y a tantos avances que ahora incluso han integrado en su programa. Es cuestión de tiempo. Por eso, más allá de quién gobierne y con quién, estén atentos a estos movimientos del imaginario colectivo, a los valores ciudadanos en alza que, aunque lentamente, tienen un rumbo inexorable hacia horizontes más abiertos y pueden depararnos muchas más sorpresas.