Este artículo no pudo ser publicado en El Periódico de Aragón, a cuya sección de opinión fue enviado poco antes de las elecciones Municipales y Autonómicas del 24 de mayo de 2015.
¿Es un dardo al corazón del sistema que impera en Aragón y es extrapolable a otros sitios? Parece que dio en la diana...
Tres
eran tres las hijas de Eva, trío los mosqueteros, la triada
capitolina y la Santísima Trinidad. También existe en Aragón un
misterio trino muy consolidado que, además, conforma una unidad
consustancial. Es quien aquí ostenta el poder en su trinitaria
advocación: Ibercaja, el grupo Heraldo y el Gobierno de Aragón. Nos
encontramos ante un Padre -quien maneja los fondos-, un hijo fiel
(los sucesivos gobiernos) y un Espíritu que difunde el mensaje; no
es algo exclusivo del Viejo Reino, sino más bien recurrente en las
dinámicas provincianas ibéricas que replican esa triple
convergencia del poder financiero, mediático y ejecutivo. Es una de
las señas de identidad del Régimen del 78 o, mejor dicho, de su
perversión a todas las escalas. Ante nuestra excelsa Trinidad
cuatribarrada acuden grupos de intereses que aspiran a alimentarse de
ubre tan feraz; preferentemente los dos partidos sustentantes del
régimen y esa Cosa
Nostra con
cachirulo, bisagra necesaria para nutrir sus voraces clientelas
rurales (“Todo por Aragón”). Finalmente, agazapada, como ensayó
en las turbias cañerías del franquismo, opera esa “Obra de Dios”
que fertiliza nuestra principal caja, nuestra plataforma mediática
y, a veces como ahora, nuestro ejecutivo. Este “contubernio
catolicomasónico” ha enraizado más allá de las siglas que aúpen
al gobierno de turno, aspirando a ser algo tan consustancial a Aragón
como la Pilarica o el Real Zaragoza.
Es
nuestra Santísima Trinidad como el padrino de Coppola, quien le
rinde pleitesía recibe favores, quien osa contradecirle se atendrá
a las consecuencias... No es para menos; la mayoría del telar
productivo y financiero de la región está en sus manos, como el
deporte, la información y la cultura... De esas tres patas del
trípode aragonés, la más vulnerable es la que parece que eligen
los ciudadanos, por estar sujeta a las veleidades de la democracia,
aunque las otras dos han venido velando porque los ejecutivos
resultantes discurran por el recto camino; y así ha sido casi
siempre, pues cuando algún Presidente aragonés se ha atrevido a
contradecir esos designios -caso de D. José Marco, que aspiraba a su
propia mafia- el osado infractor ha sido destronado. Todo por Aragón.
Hasta ahora, en el bipartidismo imperfecto completado por el PAR
(otra Trinidad), todo ha sido así... ¿Cambiarán las cosas con el
anunciado fin del bipartidismo? Es obvio que Ciudadanos no ha venido
a mudar la correlación de fuerzas dominantes, sino a suplir caras
gastadas del régimen. ¿Y Podemos? En su extenso programa no hay
alusiones, ni siquiera implícitas, a esta Trinidad, lo cual no es
extraño, por aquella premonición del poeta Percy B. Shelley (“no
despertéis a la serpiente”), aunque
aquí más bien estamos ante un dragón tricéfalo. En la posición
que Echenique y los suyos mantengan ante el chantaje trinitario se
demostrará la verdadera medida del cambio que predican; sus planes
de “rescate ciudadano” y su intención de “gobernar para la
gente” se quedarán en papel mojado si, cual heroico San Jorge, no
logran neutralizar las dos cabezas principales del dragón. De
momento esas dos testas miran con recelo a estos intrusos, aunque
está bien acreditada su habilidad para travestirse o mudar su piel
para salvaguardar sus intereses y la “obra de Dios”.
En
la agitada campaña electoral que nos envuelve no se habla de este
asunto; nada extraño, porque casi nadie aborda las problemáticas
que realmente afectan a municipios o autonomías, pensando como están
todos en los verdaderos intereses: mantener la poltrona o conseguir
una. El verdadero cambio pasa por maniatar al Dragón Trinitario en
calidad de cancerbero de un sistema de oligopolio clientelar que
estrangula sistemáticamente las iniciativas privadas fuera de su
alcance; el capitalismo ibérico nunca ha sido liberal, el aragonés
menos: solo hace falta enhebrar aquí las conexiones del tejido
productivo y financiero... Una verdadera apuesta por la libre
competencia en todos los ámbitos, el auténtico emprendimiento, el
relanzamiento de la investigación, la educación y la cultura
arriesgada pasa por romper la maraña de intereses clientelares de
esta red trinitaria. Pero para domeñar al monstruo tricéfalo es
necesario empezar por la única cabeza en la que podemos influir los
ciudadanos: la del ejecutivo. La triada partitaria gobernante en
Aragón desde la Transición se ha ido poniendo al servicio de las
otras dos testas mandantes, y no es previsible que haga lo contrario
ahora. La posibilidad de un cambio vendría de la izquierda
transformadora (Podemos, IU, CHA), pero es una incógnita hasta qué
punto su fuerza parlamentaria va a ser suficiente para iniciar esa
transformación. Es más, habida cuenta del enigmático silencio
sobre este tema, cabría preguntarse: ¿realmente quieren cambiar
ese statu
quo? Es
muy cómodo estar bajo ese triple manto protector y pedir al padrino
favores que te concederá “si te portas bien”, pero una sociedad
europea del siglo XXI reclama estructuras que vayan más allá de lo
que Joaquín Costa, tan aclamado por la retórica trinitaria,
definiera con claridad: oligarquía y caciquismo. Ese modus
operandi de
la decimonónica Restauración impera en su réplica borbónica de la
Transición, mucho más en su versión aragonesa. Poco tiene que ver
con lo que propugnara el principal pensador de la Iglesia, Santo
Tomás de Aquino, que puso el “bien común” como principal
objetivo de la acción política. Nuestra Trinidad privilegia el bien
de unos pocos comunes que más bien pintan de lores. Y eso más que
obra de Dios parece del diablo que, según el Papa Francisco, es el
Capitalismo sin alma.
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