Enlace artículo Periódico de Aragón 28.7.2016
Tras los comicios del 26-J amanece un panorama gravísimo desde el punto de vista
de la salud democrática. Un partido acreditado –judicialmente incluso- como una
mafia sustentante de corrupción sistémica, avalista de recortes y de menguas en
derechos y libertades, el partido del déficit disparado y del saqueo de la
bolsa de las pensiones.... Todo ello ha sido avalado por una minoría
mayoritaria creciente (más en los lugares donde la corrupción ha sido más
intensa). Es triste e indecente a la vez, pero no podemos caer en la interminable
queja o en razonamientos simplones.
Hay varias razones, además de las más evidentes que ya han sido resaltadas
por políticos y medios de comunicación, que pueden explicar este ¿sorprendente?
resultado. La primera la anticipaba en mi último artículo con significativo
título, “Es el imaginario, estúpido”. En el pulso de imaginarios, ha ganado el
propiciado por el neoliberalismo: el voluntarismo de mantenerse en la clase
media en medio de la tormenta. Más que voluntarismo es un espantajo, pues los
estudios sociológicos ya demuestran hasta qué punto esa medianía social es cada
vez más menguante por efectos de una crisis provocada por los mismos que dicen
gobernar para esa mitificada clase en tanto benefician a los oligarcas. Pero la
gente a la hora de votar no hace análisis científicos, se guía más bien por
percepciones o corazonadas, si bien muy inducidas por los medios de persuasión,
no seamos ingenuos. Pues bien, en el citado pulso han estado más finos los de
la derecha: por algo presumen de conocer mejor a una naturaleza humana regida
por el miedo y el deseo en continua interacción. Han contado, además, con
mejores asesores electorales, con profesionales de primera línea bregados en
las campañas de Obama o Cameron. Ante el poderío consultor de la Agencia
Messina palidecen los gabinetes de aficionados universitarios, por mucho que
sean guiados por un coco como Errejón. No es lo mismo teorizar en las aulas y
en los papers académicos que bajar a
la rugosa arena de la praxis mercadotécnica (Doctores tiene la Iglesia…). El
caso del PSOE es distinto, porque no hay gabinete de expertos que pueda bregar
con unas contradicciones internas que los condenan a un descenso continuado de
apoyos. Mientras tanto desde Génova los expertos yanquis llamados por Moragas
han ido conquistando perfiles de Facebook, cuentas de Twitter para demostrar al
ritmo de reguetón que el PP mola, que ya ha pagado por la corrupción en la
anterior cita electoral y que ahora toca a rebato para defender los adosados y
los Audi 4 que los bolivarianos nos quieren quitar…
Unidos Podemos se ha estrellado con la entelequia de que el cambio estaba
ya aquí. Ciertamente el terremoto podemita había producido una falla por la que
se querían colar los vientos del cambio hasta cuartear del todo un régimen del
78 que ya iba presentando no pocas grietas. Pero la intensidad del sismo morado
ha ido demasiado lejos en la escala de confortabilidad de la gente, a la que no
le gusta que le muevan el suelo. Muchos ciudadanos de orden han salido a
defender propiedades y seguridades económicas, a la vez que el inmodélico
régimen de la Transición y el amarre a la Europa mercantil, mucho más tras el
inesperado Brexit. Este perfil de
elector cuando huele tormenta apuesta por una marca segura, aunque tenga más
mierda que el palo de un gaviotero. Así pues mientras la gente de ley y orden
salía de sus guaridas para apoyar el vergonzante vuelo de la gaviota pringosa,
el electorado de izquierda se cruzaba de brazos. La izquierda siempre ha sido
más exigente e idealista a la hora de depositar el voto, aunque posiblemente sus
electores no siempre sean tan rigurosos y científicos como algunos los pintan. Son,
en cualquier caso, mucho más sensibles a la ética y suelen ir más allá del pragmatismo
claudicante de la derecha… Entre este colectivo unos no han votado porque sus
cabezas de lista se habían presentado como socialdemócratas, otros porque había
comunistas entre los candidatos, otros porque me cae mal Pablo Iglesias o
porque no supieron negociar… y así hasta 1.100.000 sufragios que han puesto la
alfombra roja a Rajoy.
No obstante, tras la euforia genovesa (con tanto soy
español, español… de los “patriotas peperos” se corre el riesgo de hacer la
ecuación español=corrupto) llega el día después de los números precarios y de
la soledad del corredor soberbio que despreció a todos en anteriores maratones.
La papeleta final la vuelve a tener un PSOE que se negó a un gobierno de
progreso vetado por su ejecutiva pero, según ellos, malogrado por un quítame
allá unos sillones de cal viva… ¡Ah el PSOE!, que se debate entre el
socialiberalismo avalado por el Ibex 35 y las señas de identidad perdidas de la
socialdemocracia, entre el federalismo y el soy español andaluz español. ¿Qué saldrá
de ese cacao ideológico y de sus fratricidas guerras de egos “varoniles”?
Posiblemente una coartada para salvar el régimen del 78, ese estiércol tan
nutritivo para sus rosas.
En las pasadas elecciones ha habido mucha infra y
sobrevaloración. Infravaloraron algunos el sentido pragmático de un pueblo que
durante cuarenta años vivió con la indecencia de mirar hacia otro lado bajo una
dictadura miserable y sanguinaria; infravaloraron la permeabilidad que siguen
teniendo los imaginarios neoliberales alentados desde unos medios de persuasión
que ya se sabe de qué bando están. Sobrevaloraron el concepto de pueblo
activado y su compromiso con las urnas. España no es tan idílica como se
apelaba en los mítines de UP ni tan miserable como pretende el cuñadismo de
izquierdas. Hay más de un 21 % de ciudadanos y 71 escaños que apuestan por una
alternativa ilusionante desde la izquierda transformadora, algo insólito en una
Europa que responde ante la crisis con populismos fascistas. El reto está ahí y
España es la punta de lanza para que se muevan las necrosadas placas tectónicas
del Viejo Continente, pero los procesos ideológicos, como los telúricos,
requieren de tiempo y paciencia. Entre tanto, gracias al travestismo indefinido
del PSOE, una gaviota tocada del ala volverá a enseñorearse de nuestros cielos,
y ya se sabe cómo actúan las aves carroñeras…
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