LA RESACA DEL PODER

El Poder, con mayúscula, es espuma... Sus relatos también son espuma. Después de la batida espumosa, en una playa, queda la impronta que genera la resaca, que es la verdad de la espuma, lo que se oculta...

La impronta del poder es su relato oculto. Y eso es lo que aquí nos interesa.

viernes, 3 de octubre de 2014

GALLARDÓN Y LA CAMPANA DE HUESCA



Al ser retado a montar un Ubu President con Artur Mas, Boadella declaró la pasada Diada que no le daba ni para un sketch. Por ahora, pues la tragedia catalana lo puede convertir en un personaje con carácter... Gallardón ya lo ha conseguido. El periplo político de este ambicioso, que acaba en cruel naufragio y humillación, depara algunos relatos próximos al fatum trágico de Macbeth, Otelo o El Rey Lear Algunos argüirán que este peculiar ejemplar de la fauna ibérica no da para tanto: aquí todo es rebajado -sainete y zarzuela- o esperpéntico. Más bien creo que Gallardón es un Mefistófeles que ha vendido su identidad a un Diablo con las máscaras políticas que le convenían; primero fue el verso suelto progre del PP (la caverna mediática lo condenó al infierno), luego ha ejercido de valedor de las esencias conservadoras de la marca. Dos son los motores que explican ese copernicano vuelco: su desmedida ambición -solo le quedaba llegar a la Moncloa- y su lealtad al hombre barbado que le iba a alfombrar ese camino (también fue fiel a Aznar acogiendo a su incompetente legado embotellado). 

El otro drama que explica semejante proceder es La Campana de Huesca, macabro círculo que Ramiro II el Monje ejecutó con las cabezas de los levantiscos nobles aragoneses para escarmiento de sus pares. El exministro de Justicia recuerda a uno de esos cabecillas descabezados de la tragedia oscense, quizá porque no supo entrever el proceder rajoyano, que no avisa (aquel rey sí advirtió a sus nobles llevándolos al jardín y cercenando las flores que sobresalían). Ruiz Gallardón, patricio del PP, vendió su identidad por ascender y consiguió mucho, pero ha sucumbido acuchillado por un mediocre villano que maneja la trapera como nadie, a excepción de esa otra aristócrata de la Verbena de la Paloma que lo destripó antes en la pradera de San Isidro. Alberto, el trepa que mandó al diablo su identidad, era un caballero fiel con algunos principios que nada sirven en las peleas callejeras de la política actual. Años atrás pasó en el PSOE, cuando los descamisados arrinconaron a la vieja guardia del socialismo ilustrado... 

¿Es Rajoy un Maquiavelo galaico? Como su paisano Franco, más bien es una comadreja sin principios, esperando atenta y silenciosa a su presa con tremenda capacidad de adaptación e infinita paciencia; cuando llega su momento, es implacable. Estos marsupiales no soportan que nadie les discuta el territorio y son capaces de carroñar su propia especie. Así pues, La campana de Mariano amplía un círculo sangriento que empezó con los que se disputaban el dedazo de Aznar (Rato, Acebes, Cascos, Mayor Oreja) y se ha ido incrementando con las cabezas de Zaplana, Camps, Matas ¡Y que se preparen los que osen asomarlas!: Cospedal, Soraya, Núñez Feijoo, el progre de Extremadura”… Probablemente esas carnicerías son más fruto del mal agoiro galaico que acompaña a esa medianía presidencial que de un cerebro a la altura del malvado florentino Tanto da; los efectos son demoledores. Los más brillantes son masacrados sin piedad mientras que los mediocres o la calderilla ministerial se utilizan como escudos humanos ante potenciales errores y polémicas del Timonel (Ana Mato, Wert, Báñez); a los que defiendan principios (Fernández Díaz) no tardará en llegarles su hora, como les ha llegado a los grupos próvida y al obispado rouqueño (otro gallego depredador) que tanto maniobró para que la gaviota anidara en La Moncloa. Pero volvamos al finado Gallardón; su caso sería más patético que trágico si su implacable y paciente ejecutor no estuviera al timón de todos nosotros


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