Lyotard, padre de la posmodernidad filosófica,
murió reconociendo su fracaso: no habían desaparecido los grandes relatos,
reinaba uno en solitario: el Mercado. El neoliberalismo se ha empeñado en
convencernos de ello hasta devenir una realidad palmaria: todo se supedita a
este sagrado talismán. No es de extrañar que en sus comportamientos los dos
partidos que sustentan el régimen de la Transición se apliquen ese cuento. No
importa tanto la ideología y la política derivada, sino colocar los mensajes en
el ágora del panconsumo. El PP invierte su programa por imperativos de los amenazantes
mercados para salvar no a España, sino su marca, que es lo que interesa a sus
mentores del Ibex 35; el PSOE se ha hecho un lifting, supervisado por sus barones y su aparato, hasta elegir al
candidato más mercadotécnico. Lo de menos es su discurso político o sus pecados
pretéritos en Bankia y otros cenagales… Lo que preocupa a los socialdemócratas
no es renovarse a fondo, sino transmitir mensajes de enganche a la ciudadanía
sin que nada cambie, como ha diseñado la sultana andalusí bendecida por el
nuevo Rey. La verdadera alternativa política tiene sentido para superar esta
dictadura del marketing que oculta la
ruina del edifico del régimen. Pero la “nueva política” de la izquierda
altersistémica, como ha demostrado Podemos, necesita este instrumento del poscapitalismo
digital para conectar con la ciudadanía y empoderarla. Ahí está el reto: ¿es
posible que impere la política al servicio de los ciudadanos más allá de los
eslóganes, las oligarquías, los intereses dominantes… y más allá de los
mercados?
No hay comentarios:
Publicar un comentario