LA RESACA DEL PODER

El Poder, con mayúscula, es espuma... Sus relatos también son espuma. Después de la batida espumosa, en una playa, queda la impronta que genera la resaca, que es la verdad de la espuma, lo que se oculta...

La impronta del poder es su relato oculto. Y eso es lo que aquí nos interesa.

viernes, 6 de junio de 2014

CUENTOS BORBÓNICOS



Si en algo ha destacado la monarquía juancarlista es encandenando relatos heroicos. La legitimidad del joven rey impuesto por Franco se consumó con la fábula del 23F, “golpe” promovido por quien fuera su instructor y jefe de su Casa Real. Emergió así el Hércules restaurador de la democracia en detrimento de otro franquista que acabó creyéndosela de verdad. Tras Suárez la izquierda posible vino a apuntalar el nuevo régimen centrifugándolo en un neoliberalismo que se refrendaría con el desvanecimiento del Coco comunista. Felipe concedió beneficios socialdemócratas mientras metía en cintura a la clase trabajadora y narcotizaba los movimientos sociales. Al calor de la simbiosis entre el poder económico y político, floreció en la España “progresista” del pelotazo una cleptocracia con vértice coronado y base roldanesca. Arribó Aznar con un cuento reformista que ocultaba vesania ultraliberal y acabaría exhibiendo el ADN autoritario de la derecha hispana. La reacción ciudadana se empezó a activar tras las falacias del terrible 11M dando paso al storytelling ZP: ampliar derechos ciudadanos para adecentar el armazón corrupto del régimen. Juan Carlos y Botín habían encontrado un tonto útil al que despertó la Troika de un bofetón que alcanzó a todos los ciudadanos. “Rajoy el falaz” no decepcionó a su fama ni a Merkel, aunque sorprendió con sus tijeretazos y una contrarreforma liquidadora de derechos. Hasta que el pueblo se hartó el 25M, el establishment tembló y forjaron la última leyenda de ejemplar monarca cuyo sacrificio propiciaba el cambalache de coronas para que todo siga igual. Nace para perpetuar la Edad de Oro Transitiva un “preparado” pero deslegitimado Borbón en una era digital que exige democracias plenamente participativas. El régimen sigue en trasnochado tiempo analógico mientras la ciudadanía acecha: a la Tercera va la vencida.



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